jueves, 2 de noviembre de 2017

DOMINGO 5º DE NOVIEMBRE DE 2017


NI MAESTROS NI PADRES

Reflexión inspirada en el evangelio según san Mateo 23, 1-12

No llamen padre a nadie.

El evangelio de Mateo nos ha trasmitido unas palabras de carácter fuertemente antijerárquico donde Jesús pide a sus seguidores que se resistan a la tentación de convertir su movimiento en un grupo dirigido por sabios rabinos, por padres autoritarios o por dirigentes superiores a los demás.

Son probablemente palabras muy trabajadas por Mateo para criticar la tendencia a las aspiraciones de grandeza y poder que se advertía ya entre los cristianos de la segunda generación, pero, sin duda, eco del pensamiento auténtico de Jesús.

«Ustedes no se dejen llamar “maestro “porque uno sólo es su maestro, y todos ustedes son hermanos». En la comunidad de Jesús nadie es propietario de su enseñanza. Nadie ha de someter doctrinalmente a otros. Todos son hermanos que se ayudan a vivir la experiencia de un Dios Padre al que, precisamente, le gusta revelarse a los pequeños.

«Y no llamen “padre” suyo a nadie en la tierra, porque uno sólo es su padre, el del cielo». En el movimiento de Jesús no hay «padres». Sólo el del cielo. Nadie ha de ocupar su lugar. Nadie se ha de imponer desde arriba sobre los demás. Cualquier título que introduzca superioridad sobre los otros va contra la fraternidad.

Pocas exhortaciones evangélicas han sido ignoradas o desobedecidas tan frontalmente como ésta a lo largo de los siglos. Todavía hoy la Iglesia vive en flagrante contradicción con el evangelio. Es tal el número de títulos, prerrogativas, honores y dignidades que no siempre es fácil vivir la experiencia de auténticos hermanos.

Jesús pensó en una Iglesia donde no hubiera «los de arriba» y «los de abajo»: una Iglesia de hermanos iguales y solidarios. De nada sirve enmascarar la realidad con el lenguaje piadoso del «servicio» o llamándonos «hermanos» en la liturgia. No es cuestión de palabras sino de un espíritu nuevo de servicio mutuo amistoso y fraterno.


¿No veremos nunca cumplida la llamada del evangelio?, ¿no conoceremos seguidores de Jesús que «no se dejen llamar maestros ni padres» ni algo semejante? ¿No es posible crear una atmósfera más sencilla, fraterna y amable en la Iglesia? ¿Qué lo impide?

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