martes, 27 de septiembre de 2016

AUMÉNTANOS LA FE



Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 17,5-10

Señor auméntanos la fe.

Según las primeras fuentes cristianas, los discípulos que rodean a Jesús no destacan por su adhesión entusiasta a su Maestro, sino por su fe pequeña y débil. Es tal su incapacidad para entender a Jesús que un evangelista los presenta dirigiéndose a él con esta petición: «Señor, auméntanos la fe». ¿No será ésta la oración que hemos de hacer los cristianos de hoy?

Auméntanos la fe porque continuamente nos desviamos de tu Evangelio.

Ocupados en escuchar nuestros miedos e incertidumbres, no acertamos a oír tu voz ni en nuestras comunidades ni en nuestros corazones. Ya no sabemos arrodillarnos ni física ni interiormente ante ti. Despierta nuestra fe porque si perdemos contacto contigo, seguirá creciendo en nosotros el desconcierto y la inseguridad.

Aumenta nuestra fe para percibir tu presencia en el centro mismo de nuestra debilidad. Que no alimentemos nuestra vida con doctrinas teóricas, sino con la experiencia interna de tu persona. Que nos dejemos guiar por tu Espíritu y no por nuestro instinto de conservación.

Si cada uno no cambia, nada cambiará en tu Iglesia. Si todos seguimos cautivos de la inercia, nada diferente nacerá entre tus discípulos. Si nadie se atreve a dejarse arrastrar por tu creatividad, tu Espíritu quedará bloqueado por nuestra cobardía.

Auméntanos la fe para predicar sólo lo que creemos. No más, tampoco menos. Que no dictaminemos sobre problemas que no nos duelen. Que no condenemos ligeramente a quienes necesitan sobre todo calor y cobijo.

Señor, aumenta nuestra fe para encontrarte no sólo en los templos sino en el dolor de los que sufren; para escuchar tu llamada no sólo en las Escrituras Sagradas sino en el grito de quienes viven y mueren de hambre. Que nunca olvidemos que son los pobres quienes plantean a tu Iglesia las preguntas más graves.


Auméntanos la fe para creer en un mundo nuevo como creías tú, para amar la vida de todos como la amabas tú. Recuérdanos que nuestra primera tarea es poner en tu nombre signos de misericordia y esperanza en medio del mundo.

domingo, 25 de septiembre de 2016

NOSOTROS SOMOS EL OBSTÁCULO



Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 16,19-31

Un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal.

La parábola parece narrada para nosotros. Jesús habla de un rico poderoso. Sus vestidos de púrpura y lino indican lujo y ostentación. Su vida es una fiesta continua. Sin duda, pertenece a ese sector privilegiado que vive en Tiberíades, Séforis o Jerusalén. Son los que poseen riqueza, tienen poder y disfrutan de una vida fastuosa.

Muy cerca, echado junto a la puerta de su mansión está un mendigo. No está cubierto de lino y púrpura, sino de llagas repugnantes. No sabe lo que es festín. No le dan ni de lo que tiran de la mesa del rico. Sólo los perros callejeros se le acercan a lamerle las llagas. No posee nada, excepto un nombre, Lázaro o Eliezer que significa Mi Dios es ayuda.

La escena es insoportable. El rico lo tiene todo. No necesita ayuda alguna de Dios. No ve al pobre. Se siente seguro. Vive en la inconsciencia total. ¿No se parece a nosotros? Lázaro, por su parte, es un ejemplo de pobreza total: enfermo, hambriento, excluido, ignorado por quien le podría ayudar. Su única esperanza es Dios. ¿No se parece a tantos millones de hombres y mujeres hundidos en la miseria?

La mirada penetrante de Jesús está desenmascarando la realidad. Las clases más poderosas y los estratos más míseros parecen pertenecer a la misma sociedad, pero están separados por una barrera casi invisible: esa puerta que el rico no atraviesa nunca para acercarse a Lázaro.

Jesús no pronuncia palabra alguna de condena. Es suficiente desenmascarar la realidad. Dios no puede tolerar que las cosas queden así para siempre. Es inevitable el vuelco de esta situación. Esa barrera que separa a los ricos de los pobres se puede convertir en un abismo infranqueable y definitivo.

El obstáculo para hacer un mundo más justo son los ricos que levantan barreras cada vez más seguras para que los pobres no entren en su país, ni lleguen hasta sus residencias, ni llamen a su puerta. Dichosos los seguidores de Jesús que rompen barreras, atraviesan puertas, abren caminos y se acercan a los últimos. Ellos encaman al Dios que ayuda a los pobres.


domingo, 18 de septiembre de 2016

DESAFÍO



Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 16,1-13

“No pueden servir a Dios y al dinero”.

El evangelista Marcos resume correctamente el mensaje de Jesús cuando dice que «proclamaba la Buena Noticia de Dios» y predicaba: «El Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean la Buena Noticia». Son pocos los que sospechan el desafío y la provocación que encierran estas palabras aparentemente tan piadosas e inofensivas.

Jesús cuestiona, antes que nada, la manera de entender la realidad que domina hoy en el mundo occidental. Nuestra visión es estrecha y unidimensional. Para el hombre moderno, la realidad termina donde termina nuestra capacidad de comprobar las cosas. No hay nada más que lo que nosotros podemos verificar (!). Frente a este «ateísmo práctico» que configura la cultura moderna, Jesús habla de Dios. Hay otra dimensión que está más allá del mundo visible de nuestra experiencia ordinaria; la realidad es más rica y profunda que lo que la ciencia nos quiere hacer creer: hay Dios.

Esta Realidad que Jesús llama Dios no es algo tenebroso para el ser humano. No es tampoco un Ídolo insaciable al que las diversas religiones se esfuerzan por aplacar. Dios es una «Buena Noticia», pues lo único que busca es una vida digna y dichosa para todos. Es un grave error que la cultura moderna arranque de las conciencias la fe en este Dios, pues es dejar al ser humano sin su fuerza más poderosa de orientación y realización.

Olvidado ese Dios que defiende la vida y dignidad de todo ser humano, incluso del más indefenso y desgraciado, Occidente va desarrollando una idolatría cada vez más masiva y decadente. Obsesionados por el culto al dinero, al bienestar, a la satisfacción material o el poder, estamos cada vez más ciegos para ver las víctimas sacrificadas en honor de nuestros ídolos. Los políticos más poderosos justifican de manera vergonzosa el egoísmo increíble de Occidente, y las Iglesias, domesticadas por la cultura del bienestar, no tienen fuerza para gritar y despertar las conciencias.


La llamada de Jesús es más actual que nunca. «No pueden servir a Dios y al dinero». Hay que cambiar nuestra manera de ver la realidad. Hay que centrar de nuevo la historia en ese Dios que nos recuerda la dignidad de todo ser humano. Hemos de transformar las conciencias y rebelarnos frente a la indignidad de esta civilización. Al menos, que no cuenten con nosotros, los que queremos seguir a Jesús.



domingo, 11 de septiembre de 2016

EL GESTO MÁS ESCANDALOSO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 1-32

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido’. Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido’. Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”. Jesús dijo también: “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de herencia que me corresponde’. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado’. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. Él le respondió: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo’. Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: ‘Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!’. Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado’”.

Palabra del Señor.

Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 15,1-32

El gesto más provocativo y escandaloso de Jesús fue, sin duda, su forma de acoger con simpatía especial a pecadoras y pecadores, excluidos por los dirigentes religiosos y marcados socialmente por su conducta al margen de la Ley. Lo que más irritaba era su costumbre de comer amistosamente con ellos.

De ordinario, olvidamos que Jesús creó una situación sorprendente en la sociedad de su tiempo. Los pecadores no huyen de él. Al contrario, se sienten atraídos por su persona y su mensaje. Lucas nos dice que “los pecadores y publicanos solían acercarse a Jesús para escucharle”. Al parecer, encuentran en él una acogida y comprensión que no encuentran en ninguna otra parte.

Mientras tanto, los sectores fariseos y los doctores de la Ley, los hombres de mayor prestigio moral y religioso ante el pueblo, solo saben criticar escandalizados el comportamiento de Jesús: “Ese acoge a los pecadores y come con ellos”. ¿Cómo puede un hombre de Dios comer en la misma mesa con aquella gente pecadora e indeseable?

Jesús nunca hizo caso de sus críticas. Sabía que Dios no es el Juez severo y riguroso del que hablaban con tanta seguridad aquellos maestros que ocupaban los primeros asientos en las sinagogas. El conoce bien el corazón del Padre. Dios entiende a los pecadores; ofrece su perdón a todos; no excluye a nadie; lo perdona todo. Nadie ha de oscurecer y desfigurar su perdón insondable y gratuito.

Por eso, Jesús les ofrece su comprensión y su amistad. Aquellas prostitutas y recaudadores han de sentirse acogidos por Dios. Es lo primero. Nada tienen que temer. Pueden sentarse a su mesa, pueden beber vino y cantar cánticos junto a Jesús. Su acogida los va curando por dentro. Los libera de la vergüenza y la humillación. Les devuelve la alegría de vivir.

Jesús los acoge tal como son, sin exigirles previamente nada. Les va contagiando su paz y su confianza en Dios, sin estar seguro de que responderán cambiando de conducta. Lo hace confiando totalmente en la misericordia de Dios que ya los está esperando con los brazos abiertos, como un padre bueno que corre al encuentro de su hijo perdido.

La primera tarea de una Iglesia fiel a Jesús no es condenar a los pecadores sino comprenderlos y acogerlos amistosamente.

En Roma se puede comprobar que, siempre que el Papa Francisco insiste en que Dios perdona siempre, perdona todo, perdona a todos..., la gente aplaude con entusiasmo. Seguramente es lo que mucha gente de fe pequeña y vacilante necesita escuchar hoy con claridad de la Iglesia.


domingo, 4 de septiembre de 2016

REALISMO RESPONSABLE



Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 14,25-33

No puede ser discípulo mío.

Los ejemplos que emplea Jesús son muy diferentes, pero su enseñanza es la misma: el que emprende un proyecto importante de manera temeraria, sin examinar antes si tiene medios y fuerzas para lograr lo que pretende, corre el riesgo de terminar fracasando.

Ningún labrador se pone a construir una torre para proteger sus viñas, sin tomarse antes un tiempo para calcular si podrá concluirla con éxito, no sea que la obra quede inacabada, provocando las burlas de los vecinos. Ningún rey se decide a entrar en combate con un adversario poderoso, sin antes analizar si aquella batalla puede terminar en victoria o será un suicidio.

A primera vista, puede parecer que Jesús está invitando a un comportamiento prudente y precavido, muy alejado de la audacia con que habla de ordinario a los suyos. Nada más lejos de la realidad. La misión que quiere encomendar a los suyos es tan importante que nadie ha de comprometerse en ella de forma inconsciente, temeraria o presuntuosa.

Su advertencia cobra gran actualidad en estos momentos críticos y decisivos para el futuro de nuestra fe. Jesús llama, antes que nada, a la reflexión madura: los dos protagonistas de las parábolas «se sientan» a reflexionar. Sería una grave irresponsabilidad vivir hoy como discípulos de Jesús, que no saben lo que quieren, ni a dónde pretenden llegar, ni con qué medios han de trabajar.

¿Cuándo nos vamos a sentar para aunar fuerzas, reflexionar juntos y buscar entre todos el camino que hemos de seguir? ¿No necesitamos dedicar más tiempo, más escucha del evangelio y más meditación para descubrir llamadas, despertar carismas y cultivar un estilo renovado de seguimiento a Jesús?

Jesús llama también al realismo. Estamos viviendo un cambio sociocultural sin precedentes. ¿Es posible contagiar la fe en este mundo nuevo que está naciendo, sin conocerlo bien y sin comprenderlo desde dentro? ¿Es posible facilitar el acceso al Evangelio ignorando el pensamiento, los sentimientos y el lenguaje de los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿No es un error responder a los retos de hoy con estrategias de ayer?

Sería una temeridad en estos momentos actuar de manera inconsciente y ciega. Nos expondríamos al fracaso, la frustración y hasta el ridículo. Según la parábola, la  "torre inacabada" no hace sino provocar las burlas de la gente hacia su constructor. No hemos de olvidar el lenguaje realista y humilde de Jesús que invita a sus discípulos a ser "fermento" en medio del pueblo o puñado de "sal" que pone sabor nuevo a la vida de las gentes.