domingo, 25 de agosto de 2013

FIESTA DE JESÚS NAZARENO




“DESDE LA PATAGONIA, 
ANUNCIAMOS TU EVANGELIO, SEÑOR”

Estamos viviendo un año que nos convoca a la meditación de la historia de nuestra iglesia diocesana y de sus múltiples iniciativas por cumplir la misión de evangelizar y servir a todos, con especial preferencia, como su Maestro, por los más pobres y privados de las riquezas heredadas por la Iglesia para dotar a hombres y mujeres con los recursos para alcanzar su plena dignidad de hijos de Dios en un Pueblo de hermanos: el Evangelio, los sacramentos celebrados y vividos en comunidad; la promoción humana como exquisita manifestación de la caridad.

Se han cumplido 50 años del concilio Vaticano II y otros tantos desde la fundación de la escuela “La Milagrosa”, se ha festejado el cincuentenario de la parroquia Nuestra Señora de Fátima, los 70 años de la parroquia Cristo Obrero y los 30 años de la Comunidad del Santuario de Jesús Nazareno. Una línea continuada de iniciativas, expresión de la voluntad de servir al pueblo magallánico. Y, en todas las iniciativas señaladas hay una constante: sus protagonistas y destinatarios son, mayoritariamente, los hijos e hijas de Chiloé que constituyen el estrato demográfico predominante de la región.

La Misión General de 1966, el Sínodo de los ’80 potenciaron la conciencia de la iglesia austral y abrieron camino, afinando la sensibilidad pastoral. La iglesia, como tantas otras veces en siglos pasados, hizo suyos los principios de valoración de la cultura, máxime al tratarse de culturas a cuya génesis ella misma contribuyó decisivamente.

Hacia los años 80 estaba madurando la sociedad eclesial magallánica para hacerse cargo de la religiosidad popular como elemento cultural del mayor contingente migratorio constitutivo de sus bases comunitarias: el pueblo chilote. Integrando la piedad popular insular la Iglesia local no sólo se ha enriquecido a sí misma sino que está contribuyendo a preservar y alentar una vertiente decisiva del perfil cultural de la región y de la entera Patagonia.

Y, como en la Iglesia “lo que se cree se celebra”, no como estrategia sino por impulso de la conciencia adquirida, empezó a celebrarse entre nosotros la fiesta de Jesús Nazareno. Sencilla y doméstica, al estilo de Nazaret; masiva, luego. Profundizada en iniciativas comunitarias permanentes, con el paso de los años. Localizada en capillas de barrio y en un santuario diocesano. No siempre todos contestes. El reciente estreno del documental “Huellas del Nazareno en la Patagonia” da cuenta de ello con acentos conmovedores. Siempre modesta… con medios pobres, que ahí está la fuerza del Espíritu renovador de los discípulos del Nazareno, abierta a nuevas síntesis en línea de continuidad y cambio, presagio de dinamismo creativo propio de una realidad viviente.

La fiesta de Jesús Nazareno, bien celebrada por todas las comunidades de la diócesis magallánica, hace justicia a nuestras raíces; es un fruto del camino hecho por miles de católicos, pastores y laicos, religiosas y misioneros del archipiélago de origen y de las pampas patagónicas.

Cuando, el 30 de agosto, miles de chilotes lleguen en sus lanchas al santuario de Caguach para celebrar la fiesta tradicional de Jesús Nazareno, recibirán el saludo que entregaremos hoy al obispo de Chiloé de parte de sus hermanos que en el santuario de Punta Arenas y desde aquí a Puerto Natales, Porvenir, Coyhaique, Puerto Aisén y la Patagonia argentina han vindicado su cultura y sus tradiciones difundiendo la fe y la devoción en el Nazareno y, junto al altar de la isla, podrán contemplar la bandera que simboliza la misión que los migrantes desarrollan en tierras tan distantes y distintas del solar originario.

Celebremos hoy la fiesta de Jesús Nazareno en Magallanes, enarbolando la bandera morada y amarilla que anuncia la pasión y muerte de Jesús, proclamando su victoria. Y en esta demostración reconozcamos el proceso misionero y evangelizador que miles de chilotas y chilotes han realizado en sus propios hogares o en casas ajenas donde nanas y obreros, en el compartir cotidiano, han enseñado a rezar y han transmitido su conocimiento del Señor a los hijos de otras familias que recuerdan con simpatía el acervo recibido y se emocionan al escuchar hoy los rezos y cantos tradicionales que resuenan en las liturgias populares de las comunidades nazarenas y en el santuario regional.


HOY: PROCESIÓN DE JESÚS NAZARENO EN PUNTA ARENAS

INICIO: 14.30 HORAS
DESDE EL SANTUARIO DIOCESANO DE JESÚS NAZARENO: 
AVDA. CIRCUNVALACIÓN ESQUINA DE SALVADOR ALLENDE.

Recorrido de la procesión: Avda. Circunvalación, desde el santuario hacia el sur. Gaspar Marín, de cerro a mar. J. V. Lastarria de sur a norte; José Galindo de sur a norte. Pedro Bórquez de este a oeste. Avda. Circunvalación hasta el santuario.


ORDEN DE LA PROCESIÓN

Se ruega a las comunidades asistir con la imagen de su santo patrono y la “Cruz de Chile”

Abanderados y Cruz del santuario
Banda instrumental de la III Zona Naval
Comunidad San Pedro Pescador
Parroquia Nuestra Señora de Fátima
Banda de músicos y Delegación de la Escuela Alberto Hurtado
Parroquia Cristo Obrero
Parroquia San Pío
Banda instrumental y de guerra del Instituto Don Bosco
Parroquia María Auxiliadora
Parroquia Catedral
Parroquia San Miguel
Parroquia Santa Teresa de Los Andes
Delegación Escuela La Milagrosa
Banda de guerra del santuario de Jesús Nazareno
Comunidad de San Sebastián
Grupo Devotos de Santa Rita
Imagen de la Virgen Dolorosa
Asociaciones y Grupos del Santuario de Jesús Nazareno
Juego de banderas
Banda tradicional de músicos chilotes
Acólitos del santuario
Señor Obispo, Clero y autoridades invitadas.
Imagen de Jesús Nazareno
Movimientos Apostólicos
Familias Católicas en general.









domingo, 18 de agosto de 2013

FUEGO




He venido a prender fuego.

Jesús es inconfundible. Su palabra viva y penetrante, la frescura de sus imágenes y parábolas, su lenguaje concreto e imprevisible no engañan. A Jesús le encanta vivir y hacer vivir. Su pasión es la vida: la vida íntegra, pujante, sana, la vida vivida en su máxima intensidad: «Yo soy la vida.» «Yo he venido a traer fuego a la tierra.» «He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.»

Jesús capta la vida desde sus mismas raíces. Su mirada no está obsesionada por el éxito, lo útil, lo «razonable», lo convenido. Cuando se siente a Dios como Padre y a todos como hermanos y hermanas, cambia la visión de todo. Lo primero es la vida dichosa de todos por encima de creencias, costumbres y leyes.

Por eso, Jesús no se pierde en teorías abstractas ni se ajusta a sistemas cerrados. Su palabra despierta lo mejor que hay en nosotros. Sabemos que tiene razón cuando llama a vivir el amor sin restricciones. No viene a abolir la Ley, pero no sien te simpatía alguna por los «perfectos» que viven correctamente pero no escuchan la voz del corazón. Invita a «transgredir por arriba» (J. Onimus) los sistemas religiosos y sociales. La ley y los profetas dependen del amor: «Amad a los enemigos.» Buscad el bien de todos.

Su mensaje sacude, impacta y transforma. Sus contemporáneos captan en él algo diferente. Tiene razón el norteamericano Marcus Borg cuando afirma que «Jesús no fue primariamente maestro de ningún credo verdadero ni de ninguna moral recta. Fue más bien maestro de un estilo de vida, de un camino, en concreto, de un camino de transformación. »

Las sociedades modernas siguen desarrollando ciegamente una vida muy racionalizada y organizada, pero casi siempre muy privada de amor. Hay que ser pragmáticos. No hay lugar para «la inteligencia del corazón». Mandan el dinero y la competitividad. Hay que ajustarse a las leyes del mercado. Se planifica todo, pero se olvida lo esencial, lo que respondería a las necesidades más hondas y entrañables del ser humano.

El mundo actual necesita orientación, pero desconfía de los dogmas. Las ideologías no dan vida y lo que hoy se necesita es una confianza nueva para transformar la vida y hacerla más humana. Las religiones están en crisis, pero Jesús sigue vivo. Según las palabras tantas veces citadas de Proudhon, él es «el único hombre de toda la Antigüedad que no ha sido empequeñecido por el progreso».


Las palabras de Jesús recogidas por Lucas nos invitan a reaccionar: «He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!»
















domingo, 11 de agosto de 2013

¡DESPIERTA...!




Dichosos aquellos a quienes los encuentre en vela.

Reflexión inspirada en el Evangelio según san Lucas 12, 32-48

Es muy fácil vivir dormidos. Basta con hacer lo que hacen casi todos: imitar, amoldarnos, obedecer, ajustarnos a lo que se lleva, repetirnos una y otra vez. Basta vivir buscando seguridad externa e interna. Basta defender nuestro pequeño bienestar mientras la vida se va apagando en nosotros.

Llega un momento en que no sabemos ya reaccionar. Sentimos que nuestra vida está vacía y la llenamos de experiencias, información y diversiones. Nos falta vida interior y nos engañamos viviendo en movimiento continuo, agitados por la prisa y las ocupaciones. Podemos gastar la vida entera «haciendo cosas» pero sin descubrir en ella nada santo ni sagrado.

Desgraciadamente, tampoco la religión logra a veces despertar nuestra vida. Se puede practicar una «religión dormida» que da tranquilidad pero no vida. Vivimos tan ocupados en nuestros trabajos y desdichas que jamás tenemos un momento libre en el que podamos sentir qué es amar y compartir, qué es ser amable y solidario. Y sin vivir nada de esto, ¡queremos saber algo de Dios!

Jesús repite una y otra vez una llamada apremiante: «despierten, vivan atentos y vigilantes, pues se les puede pasar la vida sin enterarse de nada».

No es fácil escuchar esa llamada, pues, de ordinario, no escuchamos a quien nos dice algo contrario a lo que pensamos. Y los hombres y mujeres de hoy pensamos que somos inteligentes y lúcidos.

Para despertar es necesario conocernos mejor. Comenzamos a ser sabios cuando tomamos conciencia de nuestra estupidez. Empezamos a ser más profundos cuando observamos la superficialidad de nuestra vida. La verdad se abre paso cuando reconocemos nuestros engaños. El orden llega a nosotros cuando advertimos el desorden en que vivimos. Despertar es darnos cuenta de que vivimos dormidos.

Lo importante para vivir despiertos es caminar más despacio, cuidar mejor el silencio y estar más atentos a las llamadas del corazón. Pero sin, duda, lo decisivo es vivir amando. Sólo quien ama vive intensamente, con alegría y vitalidad, despierto a lo esencial.


Por otra parte, para despertar de una «religión dormida» sólo hay un camino: buscar más allá de los ritos y las creencias, ahondar más en nuestra verdad ante Dios y abrirnos confiadamente a su misterio. «Dichosos aquellos a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela».










domingo, 4 de agosto de 2013

DESENMASCARAR LA INSENSATEZ


Necio… Así será el que amasa riquezas.

Reflexión inspirada en el Evangelio según san Lucas 12, 13-21

El protagonista de la pequeña parábola del "rico insensato" es un  terrateniente como aquellos que conoció Jesús en Galilea. Hombres poderosos que explotaban sin piedad a los campesinos, pensando sólo en aumentar su bienestar. La gente los temía y envidiaba: sin duda eran los más afortunados. Para Jesús, son los más insensatos.

Sorprendido por una cosecha que desborda sus expectativas, el rico propietario se ve obligado a reflexionar: «¿Qué haré?». Habla consigo mismo. En su horizonte no aparece nadie más. No parece tener esposa, hijos, amigos ni vecinos. No piensa en los campesinos que trabajan sus tierras. Sólo le preocupa su bienestar y su riqueza: mi cosecha, mis graneros, mis bienes, mi vida...

El rico no se da cuenta de que vive encerrado en sí mismo, prisionero de una lógica que lo deshumaniza vaciándolo de toda dignidad. Sólo vive para acumular, almacenar y aumentar su bienestar material: «Construiré graneros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come y date buena vida».

De pronto, de manera inesperada, Jesús le hace intervenir al mismo Dios. Su grito interrumpe los sueños e ilusiones del rico: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?». Ésta es la sentencia de Dios: la vida de este rico es un fracaso y una insensatez.

Agranda sus graneros, pero no sabe ensanchar el horizonte de su vida. Acrecienta su riqueza, pero empequeñece y empobrece su vida. Acumula bienes, pero no conoce la amistad, el amor generoso, la alegría ni la solidaridad. No sabe dar ni compartir, sólo acaparar. ¿Qué hay de humano en esta vida?

La crisis económica que vive el mundo es una "crisis de ambición": los países ricos, los grandes bancos, los poderosos de la tierra... hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades, soñando con acumular bienestar sin límite alguno y olvidando cada vez más a los que se hunden en la pobreza y el hambre. Pero, de pronto nuestra seguridad se viene abajo.


Esta crisis no es una más. Es un "signo de los tiempos" que hemos de leer a la luz del evangelio. No es difícil escuchar la voz de Dios en el fondo de nuestras conciencias: "Basta ya de tanta insensatez y tanta insolidaridad cruel". Nunca superaremos nuestras crisis económicas sin luchar por un cambio profundo de nuestro estilo de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de compartir más nuestro bienestar.